miércoles, 13 de abril de 2011

JULIA

Porque no sabía otra manera de describirla que mediante un texto. Quizás porque tampoco me atrevería a hacerlo de otra manera. Porque es el único regalo que puedo hacerle, y porque creo que es lo que más podría definirla. Porque creo que todos debéis conocerla, aunque sea un poquito. Porque hoy es su día. Porque todo su trabajo se ha visto recompensado. Porque es mi tía.

Puede que haya mucha gente que piense que igual es un poco excesivo todo esto, que no entiendan el por qué de estas palabras. Y sobre todo, por qué en este momento y no en otro.

Desde que yo era pequeña (y ella, en realidad, también) siempre he estado detrás de ella. Nunca he sabido por qué, y mucho menos lo sabía entonces, pero a mí me gustaba mucho estar con mi tía Julia, tanto que llegaba a ser extremadamente pesada. Ella no respondía demasiado cariñosa a mis tonterías, ni a mis juegos, pero yo seguía, y seguía, y seguía… (ahora la entiendo perfectamente).

Recuerdo cuando, durante un verano, Julia montó una especie de colegio en el cobertizo del campo. Allí nos juntábamos algunas niñas de las casas de al lado y ella nos ayudaba y nos explicaba cosas. Era simplemente un juego, pero para mí, mi tía Julia era mi profe.

Un día, también en verano, estuve toda una tarde con ella en el cobertizo, jugando con los gatos recién nacidos de Croana. Este recuerdo se me quedó grabado en la memoria como si me lo hubiesen tatuado. Recuerdo perfectamente cada movimiento, a los gatitos. Recuerdo incluso que mi madre me llamó, yo subí corriendo y hablando muy deprisa para ver qué quería, porque tenía que volver a bajar a jugar con mi tía y con los gatos.

Cuando yo tenía quince años, que fue mi peor época, ella venía a mi casa a darme clases de física y química. Gracias a ella entendí la física (la química…la química no la entenderé en la vida). No sólo la entendí, sino que me gustó. Un día, explicándome algo de lo que no recuerdo el nombre, soltó un “¡pero si esto es muy guay!” que sirvió para que verdaderamente me lo pareciera. Ella disfrutaba, pese a mi torpeza. Estuvo dándome clase durante dos cursos, la segunda vez de matemáticas, que también seguiré sin entenderlas, pero sus clases me ayudaron a que me interesara un poquitín más y tuviera alguna que otra curiosidad. Una vez más, mi tía Julia era mi profe.

De ahí en adelante, mi relación con Julia fue cada vez más estrecha. Y poco a poco fui dándome cuenta de por qué me gustaba tanto estar con ella cuando era pequeña. Cada vez aparecían más cosas en común. Ella me entendía. Y ya no me enseñaba física y matemáticas, sino que me enseñaba muchas otras cosas. Gracias a mi tía escucho música que quizás no escucharía si ella no me la hubiera descubierto de una manera o de otra. Los Beatles, Blur, Oasis, The Smiths, Madonna…Me encanta hablar con mi tía de música, o de cine. Recomendarle películas y que me recomiende. Comentarlas. Emocionarme comentándole lo que ha pasado en el último capítulo de House o reírme recordando diálogos de Friends hasta el punto de volverla loca.

Julia es una de las personas a las que más admiro en el mundo. Admiro su capacidad de trabajo y superación. Admiro su inteligencia. Admiro sus ganas de seguir aprendiendo siempre. Siempre, desde que tengo uso de razón, ha sido una alumna brillante, de matrícula de honor. Y siempre he querido ser como ella. Pero yo no tengo esa capacidad de trabajo, constancia y esas ganas de saber.

Pero lo que ha pasado hoy me ha dado ganas. Me ha servido para abrir los ojos, despertar y decirme “María, tú puedes, ¡coño!”. Hoy mi tía ha sido oficialmente nombrada Doctora. Sus cinco años de trabajo y dedicación, hoy por fin se ha visto recompensados con lo que ella quería. Mi tía es lo que quiere ser. Y eso es muy digno de admiración, y yo estoy muy orgullosa de que sea mi tía. Una vez más me está enseñando, aunque ella no lo pretenda. Hoy he decidido ponerme las pilas, no andarme con vaguezas sin sentido y centrarme. Hoy he decidido que yo también puedo ser lo que quiera ser, y voy a luchar y a trabajar por ello. No voy a decir que no me hubiera dado cuenta antes, pero necesitaba una motivación, algo que me ayudara a seguir para adelante, a no tirar a toalla. El hecho de ver a mi tía subida en ese pequeño escenario, delante de un montón de doctores que no le quitaban un ojo de encima y hablando tan segura de sí misma, defendiendo su trabajo con tantas ganas y tanta emoción ha sido el empujón que yo necesitaba. Puede que yo no llegue a ser Doctora, porque aún no sé si quiero o no serlo, pero lo que me importa ahora mismo es que tengo las ganas que me faltaban para alcanzar aquello a lo que quiera llegar.

Por eso escribo estas palabras hoy y no mañana, ni pasado. Por eso se lo agradezco hoy, y no el día de su cumpleaños. Por eso.

Gracias por ser como eres, Julia.

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